Por Luis Palau
Cuando comencé a leer este libro pensé que jamás
iba a poder terminarlo. No porque sea un libro
demasiado largo sino porque en cada renglón debí
detenerme a pensar en cada una de las personas que
Juan Pablo menciona y agradecer a Dios por ellos.
En estas páginas Juan Pablo relata magistralmente
acontecimientos con fechas y nombres de quienes
fueron sus protagonistas, muchos de ellos también
amigos míos, algunos ya en la presencia del Señor, y
muchos otros que Dios usó para su obra en Argentina.
En cada caso tuve que detenerme a recordar sus rostros
y decir: gracias, Dios mío, por este hombre, por esta
hermana, por cada uno de ellos. Gracias por sus vidas,
por sus trabajos, por las lágrimas que sin duda derramaron.
¡Gloria a Dios por los pastores que nos guiaron
hasta este lugar! Hombres que entendieron que no sería
en sus propias fuerzas, sino en las del Espíritu Santo, y
echaron manos a la obra.
Por supuesto que al leer también sonreí, al igual que
Juan Pablo debió sonreír al escribirlo, recordando
algunas escenas y situaciones que vivimos juntos.
Pocas veces la historia es escrita por uno de sus
protagonistas, pero este libro es un relato vivo, en
primera persona, de uno de los que la vivieron.
Creo que uno de los grandes secretos en la vida es
vivir el presente con gozo, enfocados en el futuro con
confianza, sin perder de vista el pasado. Porque son
los pasos del ayer los que nos trajeron aquí, y serán los
de hoy los que nos lleven al mañana. En un momento
de mi lectura de este libro sentí fuertemente en
mi mente y corazón la vivencia del profeta Samuel
cuando tomó una gran piedra y poniéndola en el piso
dijo: hasta aquí Dios nos ha ayudado. Sin dudas este
testimonio escrito de mi amigo Juan Pablo Bongarrá
es un hito, como lo fue aquella piedra, que no nos
permitirá olvidar cómo la poderosa mano de Dios se
movió en Argentina, y cómo lo sigue haciendo aún.
Y seguramente después de leerlo podremos repetir
juntos: ¡hasta aquí el Señor nos ha ayudado!
Al escribir este prólogo son muchos los sentimientos
que se agolpan. El gozo de ver millones de
Argentinos transformados por el poder de la cruz
de Cristo, otros miles disfrutando de santidad y
de victoria en Cristo, y otros que murieron con la
absoluta seguridad de la vida eterna por el Cristo
resucitado.
Durante los años de mi propio ministerio escribí
prólogos de excelentes libros y he recomendado
también muchos otros libros de reconocidos autores
cristianos, pero reconozco que este libro es algo
especial. Es un testimonio de lo que Dios hizo con un
puñado de jóvenes consagrados al Señor Jesucristo
con todo su corazón, que doblaron sus rodillas al
descubrir que no podían hacer nada por sí mismos, y
buscaron a Dios. Nuestro Padre celestial hizo a través
de ellos grandes cosas para su gloria y es por eso que
declaramos: Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
Creo en Milagros es un libro que recomiendo. Soy
parte y arte en esta historia, y me honra. Pero más
aún, mucho más, porque cada palabra de Creo en
Milagros es un: “hasta aquí Dios nos ha ayudado”,
“a Él sea la gloria” y “a Él sea la honra”.
Como argentino y como cristiano quiero darle
gracias a Juan Pablo por este libro. Como consejero, con
la autoridad que me dan los años, quiero decirles a
los jóvenes: lean este libro, porque la historia del
mañana la escribirán ustedes y deben saber quiénes
sembraron lo que hoy cosechan, para honrar al dueño
de toda la obra: el Dios trino y uno, nuestro creador y
redentor, por su gracia y por su misericordia.